Por Juan Camilo Ibáñez
He escuchado muchas veces
que camino igual que mi padre. No sé si se refieren al ritmo al andar o tal vez
a la posición de los brazos. Solo espero que no intenten decirme que estoy
dando los mismos pasos que él dio. Y no lo digo porque tema terminar donde él
está parado ahora. En realidad es una cuestión de evitar cometer el mismo error
que tanto se ha repetido en mi generación y en la pasada; poner como meta los
hombres y no el cielo.
El verdadero problema de
esto recae en que si hubo una generación que cometió errores y la siguiente
generación toma a esta como modelo a seguir no solo cometerá los mismos errores
sino que además desarrollara nuevos. En otras palabras si la meta es la mediocridad
lo máximo a lo que podremos llegar es a la mediocridad, y si no llegamos a la
meta nos quedaremos en algo menor que la mediocridad. Aun peor, se generará un círculo
vicioso que hará decaer cada vez más a nuestra sociedad.
Si por el contrario tomamos
como meta un punto mucho más alto, si nos esforzamos por superar, en todo
sentido, a las generaciones pasadas; evitar sus errores, superar sus logros, recuperar
valores perdidos, eliminar vicios adquiridos, generaremos un circulo virtuoso que
llevará a nuestra sociedad a ser, en todo sentido, mucho mejor.
La meta debe ser el cielo.
La perfección, por más imposible que pueda resultarnos alcanzarla. No fuimos
creados para arrastrarnos por el piso sino para lograr grandes cosas, y cuanto
más alto apuntemos, más alto llegaremos.
“Cuanto más alto coloque el
hombre su meta, tanto más crecerá”
-Friederich Schiller