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domingo, 7 de julio de 2013

Un Camino Recorrido

Por Juan Camilo Ibáñez

He escuchado muchas veces que camino igual que mi padre. No sé si se refieren al ritmo al andar o tal vez a la posición de los brazos. Solo espero que no intenten decirme que estoy dando los mismos pasos que él dio. Y no lo digo porque tema terminar donde él está parado ahora. En realidad es una cuestión de evitar cometer el mismo error que tanto se ha repetido en mi generación y en la pasada; poner como meta los hombres y no el cielo.

El verdadero problema de esto recae en que si hubo una generación que cometió errores y la siguiente generación toma a esta como modelo a seguir no solo cometerá los mismos errores sino que además desarrollara nuevos. En otras palabras si la meta es la mediocridad lo máximo a lo que podremos llegar es a la mediocridad, y si no llegamos a la meta nos quedaremos en algo menor que la mediocridad. Aun peor, se generará un círculo vicioso que hará decaer cada vez más a nuestra sociedad.

Si por el contrario tomamos como meta un punto mucho más alto, si nos esforzamos por superar, en todo sentido, a las generaciones pasadas; evitar sus errores, superar sus logros, recuperar valores perdidos, eliminar vicios adquiridos, generaremos un circulo virtuoso que llevará a nuestra sociedad a ser, en todo sentido, mucho mejor.

La meta debe ser el cielo. La perfección, por más imposible que pueda resultarnos alcanzarla. No fuimos creados para arrastrarnos por el piso sino para lograr grandes cosas, y cuanto más alto apuntemos, más alto llegaremos.

“Cuanto más alto coloque el hombre su meta, tanto más crecerá”

-Friederich Schiller

miércoles, 3 de julio de 2013

En La Montaña Rusa

Por Juan Camilo Ibáñez

“Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo”
-Oscar Wilde

A veces nuestra vida se comporta como una montaña rusa.

Tenemos subidas y bajadas, momentos en que estamos motivados para hacer grandes cosas y momentos en los que la rutina nos arrastra a gran velocidad. Sucede con nuestros amigos, sucede con nuestra familia, sucede en nuestra vida personal y espiritual.

Hay otros momentos en que damos giros inesperados, justo cuando creemos tener dominado algún aspecto de nuestra vida, justo cuando creemos que vamos en la dirección correcta y que basta mantenernos en piloto automático para vivir la vida, el carrito inesperadamente gira.

Sucede también que vamos tranquilos, sintiendo el viento en la cara y disfrutando de la vista mientras hablamos con el de al lado y de un momento a otro nos encontramos de cabeza. Perdemos control de nosotros mismos, no nos reconocemos, gritamos, sentimos angustia. Más adelante, al mirar atrás, nos parece ridícula la forma en que actuamos y no comprendemos como no afrontamos de forma distinta cuando nuestro mundo se daba vuelta.

Tal vez el peor momento es cuando, teniendo la experiencia del camino, la velocidad del recorrido y justo cuando más nos estábamos afianzando en el carrito, este frena de pronto y de un golpe seco, que siempre causa gran disgusto, nos enteramos que hemos llegado al final del recorrido.