Por Juan Camilo Ibáñez
Algunas veces en la vida nos
encontramos con ese tipo de personas que son absolutamente amables, nobles
dulces, que todos conocen pero, sobre todo, del que todos se aprovechan. Esas
personas buenas que nunca se enojan y que están dispuestos a hacer cualquier
favor sin importar cuanto cueste ni cuantas veces en la vida toque hacerlo.
El problema de esto no está
en la actitud de estas personas, ¡vaya acto noble el que realizan! El problema
real está en la actitud de los que se aprovechan de ellos, el famoso bullying o simplemente el aprovecharse
de otra persona en beneficio propio. ¿Cuántos personajes en la historia de la
humanidad no han hecho esto mismo a gran escala trayendo trágicas consecuencias
sobre su nación y sobre sus compatriotas?
Sin embargo, en estas
situaciones, existen tres tipos de persona, ya hemos mencionado a dos de ellos,
llamémoslos el noble y el aprovechado. El tercer tipo no
podemos nombrarlo inmediatamente pues su nombre dependerá de su actitud.
Por un lado está ese tipo de persona que permanece ajena e
indiferente ante la injusticia que está sucediendo o que ríe y celebra lo que
ocurre a su alrededor. A esta tercera persona podemos llamarla cómplice, nuestra sociedad está inundada
de ellos, silenciosos por temor, por vergüenza o por gozo.
Por otro lado se encuentran
esas personas verdaderamente admirables, que se sobreponen al temor y la vergüenza
, que se deciden a no gozar con la injusticia y dejan su comodidad a un lado
para romper el silencio, romperlo en defensa del débil, del solitario, del
marginado, del necesitado. Romper el silencio en nombre de la Verdad, sin
importar las consecuencias, sin importar el rechazo que pueda venir o el
castigo que por sus acciones obtengan, así sea la muerte.
La pregunta ahora es ¿Quién
quieres ser tú?
“No me duelen los actos de
la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”
-Martin Luther King