Por Juan Camilo Ibáñez
Me han avisado que soy joven,
que ya deje de ser niño. Que me encuentro en un punto incierto entre la
diversión y la responsabilidad, entre el confiar que se hará y el encargarme de
que sea haga.
Me siento parado en un punto
de mi vida en que quisiera salir de mi cuarto y devorar el mundo. Quisiera
llegar a cada rincón de la tierra y tocar los corazones de las personas para
que sientan y vivan como yo siento y vivo.
Quisiera levantarme cada
mañana y, al mirarme al espejo, al espejo de mi alma, enderezar lo torcido.
Quisiera trazar un camino y seguirlo, no negarme y no olvidarlo. Batallar
contra el mundo para poder ser y dejar ser, pues he perdido demasiado tiempo
tratando de agradar a gente que no volveré a ver haciendo cosas que no quiero.
Sueño con salir de mi casa y
con las dos manos agarrar el toro que a veces domina mi vida. Vencer el miedo y
vencerme a mí mismo, suicidar mi orgullo y vanidad. Quiero estar dispuesto a
entregarlo todo y encontrar el coraje para hacerlo.
Voy a luchar por ser ese
hombre que debo ser, para hacer lo que quiero ser, para llegar a donde puedo
llegar. Voy a empezar ahora.
“El verdadero combate empieza cuando un debe luchar
contra una parte de sí mismo. Pero uno sólo se convierte en un hombre cuando
supera estos combates”
-André Malraux