Por Juan Camilo Ibáñez
“Lo menos frecuente en este
mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo”
-Oscar Wilde
A veces nuestra vida se
comporta como una montaña rusa.
Tenemos subidas y bajadas,
momentos en que estamos motivados para hacer grandes cosas y momentos en los
que la rutina nos arrastra a gran velocidad. Sucede con nuestros amigos, sucede
con nuestra familia, sucede en nuestra vida personal y espiritual.
Hay otros momentos en que
damos giros inesperados, justo cuando creemos tener dominado algún aspecto de
nuestra vida, justo cuando creemos que vamos en la dirección correcta y que
basta mantenernos en piloto automático para vivir la vida, el carrito
inesperadamente gira.
Sucede también que vamos
tranquilos, sintiendo el viento en la cara y disfrutando de la vista mientras
hablamos con el de al lado y de un momento a otro nos encontramos de cabeza.
Perdemos control de nosotros mismos, no nos reconocemos, gritamos, sentimos
angustia. Más adelante, al mirar atrás, nos parece ridícula la forma en que
actuamos y no comprendemos como no afrontamos de forma distinta cuando nuestro
mundo se daba vuelta.
Tal vez el peor momento es
cuando, teniendo la experiencia del camino, la velocidad del recorrido y justo
cuando más nos estábamos afianzando en el carrito, este frena de pronto y de un
golpe seco, que siempre causa gran disgusto, nos enteramos que hemos llegado al
final del recorrido.
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