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lunes, 19 de mayo de 2014

Mi Batalla Personal

Por Juan Camilo Ibáñez

Me han avisado que soy joven, que ya deje de ser niño. Que me encuentro en un punto incierto entre la diversión y la responsabilidad, entre el confiar que se hará y el encargarme de que sea haga.

Me siento parado en un punto de mi vida en que quisiera salir de mi cuarto y devorar el mundo. Quisiera llegar a cada rincón de la tierra y tocar los corazones de las personas para que sientan y vivan como yo siento y vivo.

Quisiera levantarme cada mañana y, al mirarme al espejo, al espejo de mi alma, enderezar lo torcido. Quisiera trazar un camino y seguirlo, no negarme y no olvidarlo. Batallar contra el mundo para poder ser y dejar ser, pues he perdido demasiado tiempo tratando de agradar a gente que no volveré a ver haciendo cosas que no quiero.

Sueño con salir de mi casa y con las dos manos agarrar el toro que a veces domina mi vida. Vencer el miedo y vencerme a mí mismo, suicidar mi orgullo y vanidad. Quiero estar dispuesto a entregarlo todo y encontrar el coraje para hacerlo.

Voy a luchar por ser ese hombre que debo ser, para hacer lo que quiero ser, para llegar a donde puedo llegar. Voy a empezar ahora.

“El verdadero combate empieza cuando un debe luchar contra una parte de sí mismo. Pero uno sólo se convierte en un hombre cuando supera estos combates”
-André Malraux


miércoles, 23 de abril de 2014

En Tierras Lejanas


 Por Juan Camilo Ibáñez

Desde que tengo memoria siempre que he sentido hambre me he dirigido a la nevera de mi casa y escogido que comer, he parado en el camino y comprado algo o entrado a un restaurante y pedido un plato. ¡Que molesto esperar a que el microondas caliente la comida, ni que decir cuando la variedad de papas de paquete estaba reducida en el lugar que decidí parar o cuando en el restaurante al que entre no tenía mi plato favorito!

Hay veces que la vida puede ser realmente dura e injusta.

Recuerdo que hace un tiempo estaban realizando unos arreglos en el acueducto y el agua salió algo turbia, ¡que desagradable experiencia aquella! Tampoco me olvido de aquella vez que hubo una tormenta y se fue la luz en mi casa por unas horas, el tiempo puede hacerse realmente lento y tedioso cuando no se tiene televisión ni internet. Hace un tiempo, tampoco podré olvidarlo, deje la ventana abierta y entro a mi cuarto un pequeño mosquito que me molesto durante la noche, ¡por lejos una de las peores noches de mi vida!

La naturaleza es en definitiva inclemente.

La semana pasada, durante las Misiones de Semana Santa, tuve la oportunidad de vivir con un grupo de amigos en un resguardo indígena llamado Wacoyo, ubicado cerca a Puerto Gaitán en el Meta.

Lo primero que me sorprendió fue como nos recibieron, ya sabían que íbamos y estaban emocionados con nuestra llegada. Algunos de los niños estiraron sus manos, pidiendo, lo que no sabían es que el regalo que les llevábamos no se podía recibir con las manos sino con el corazón.

Enseguida nos llevaron al lugar que nos tenían preparado para pasar la noche, teníamos la oportunidad de elegir entre dormir en hamacas (chinchorros) bajo un techo sin paredes o en el piso con aislantes en una habitación sin puerta donde las paredes se quedaban a media altura entre el suelo y el techo. Decidimos optar por la segunda opción. 

Descubrí que para mí era cuestión de cerrar la ventana a tiempo para que no entraran los mosquitos, para la comunidad de Wacoyo lo importante era cubrir los agujeros lo suficientemente bien para que no entraran culebras.

Cuando se fue poniendo oscuro el día buscamos el interruptor para prender la luz y enchufes para conectar el celular pero descubrimos que toda la electricidad que existía en la zona pasaba derecho por unos cables de luz que sínicamente se ubicaban a unos metros de las casas de los indígenas. 

Cuanto me había quejado yo por unas horas de oscuridad mientras que la luz que tenían los indígenas venía únicamente de la luna y las estrellas.

A la mañana siguiente nos despertamos temprano y buscamos un lugar donde ducharnos. Descubrimos que había un tanque con agua que servía de bebedero, lavadero y “piscina” para más de 15 personas.

El agua turbia que había causado conmoción en mí aquella vez, era una gran bendición para una comunidad que en tiempos pasados debían trasladarse varios kilómetros hasta el río más cercano para conseguir el bien por excelencia del ser humano: el agua.

Después del baño nos encontramos todos para disponernos a desayunar. El comedor era una pequeña chocita de techo de hojas y sin paredes con un fogón de leña que despedía una inmensa cantidad de humo, lo cual había negreado todo cuanto tocaba, incluidos los pulmones de las señoras que día tras día aspiraban grandes bocanadas de ese negro aire y soplaban fuertemente para mantener viva la llama mientras realizaban todo tipo de maniobras culinarias para que el arroz se cocinara de forma pareja.
Los pequeños niños Sikuani, se acercaban a la mesa con la expectativa de encontrar allí su plato favorito; venado, chigüiro o tal vez un oso hormiguero, sin embargo Wacoyo es un territorio pequeño para una creciente población de 1500 indígenas. Hoy el plato será mañoco (yuca seca en polvo).

A medida que pasó el día descubrimos que la despensa era un gran árbol llamado mangal, a donde acudían todos los indígenas de vez en cuando a bajar los más delicioso mangos que jamás he probado. No hace falta una gran variedad de comida chatarra cuando podemos deleitarnos con los manjares que nos presenta la naturaleza, pues no hay nada mejor para distraer la sed y el hambre que un buen mango maduro recién bajado.

Pasamos largas horas de nuestra vida quejándonos porque no tenemos lo que creemos que merecemos. Miramos a los que tienen más que nosotros con envidia y a los que tienen menos que nosotros con desprecio, cuando en realidad lo que importa no es lo externo sino lo interno, no es el mucho desear ni el mucho tener lo que nos hace grandes sino el saber agradecer lo que tenemos.

El corazón del ser humano solo puede ser llenado con amor, con cariño y con respeto, y solo sufrirá y se cerrará si buscamos llenarlo con poder, éxito y dinero. Del mismo modo solo crecerá y se fortalecerá al salir de sí mismo y entregar a los demás, pero no una entrega desde una posición de poder, “yo que tengo y que me sobra te traigo cosas a ti que no tienes y necesitas”, sino una entrega real y sincera, de compartir y mostrar que las diferencias de cultura y tradiciones, de color de piel y rasgos, de vestido y lenguaje son superficiales y que en el fondo todos contamos con la misma dignidad y que todos, sin importar, somos iguales.

“Dar hasta que te duela y cuando te duela dar todavía más”
-Madre Teresa de Calcuta


lunes, 16 de diciembre de 2013

Un Libro que Vale la Pena Leer

Si eres de los que disfrutan de reflexiones cortas y rápidas, si te gusta cuestionarte acerca de los pequeños momentos que llenan nuestro día a día, si no te conformas con existir y quieres realmente vivir, conocer y comprender este libro es para ti:

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viernes, 30 de agosto de 2013

¡No más!

Por Juan Camilo Ibáñez

Algunas veces en la vida nos encontramos con ese tipo de personas que son absolutamente amables, nobles dulces, que todos conocen pero, sobre todo, del que todos se aprovechan. Esas personas buenas que nunca se enojan y que están dispuestos a hacer cualquier favor sin importar cuanto cueste ni cuantas veces en la vida toque hacerlo.

El problema de esto no está en la actitud de estas personas, ¡vaya acto noble el que realizan! El problema real está en la actitud de los que se aprovechan de ellos, el famoso bullying o simplemente el aprovecharse de otra persona en beneficio propio. ¿Cuántos personajes en la historia de la humanidad no han hecho esto mismo a gran escala trayendo trágicas consecuencias sobre su nación y sobre sus compatriotas?

Sin embargo, en estas situaciones, existen tres tipos de persona, ya hemos mencionado a dos de ellos, llamémoslos el noble y el aprovechado. El tercer tipo no podemos nombrarlo inmediatamente pues su nombre dependerá de su actitud.

Por un lado está  ese tipo de persona que permanece ajena e indiferente ante la injusticia que está sucediendo o que ríe y celebra lo que ocurre a su alrededor. A esta tercera persona podemos llamarla cómplice, nuestra sociedad está inundada de ellos, silenciosos por temor, por vergüenza o por gozo.

Por otro lado se encuentran esas personas verdaderamente admirables, que se sobreponen al temor y la vergüenza , que se deciden a no gozar con la injusticia y dejan su comodidad a un lado para romper el silencio, romperlo en defensa del débil, del solitario, del marginado, del necesitado. Romper el silencio en nombre de la Verdad, sin importar las consecuencias, sin importar el rechazo que pueda venir o el castigo que por sus acciones obtengan, así sea la muerte.

La pregunta ahora es ¿Quién quieres ser tú?

“No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”

-Martin Luther King 

martes, 27 de agosto de 2013

El Anhelo de Volar

Por Juan Camilo Ibáñez
"¿Por qué contentarnos con vivir a rastras cuando sentimos el anhelo de volar?"
-Hellen Keller

Dicen que el ser humano tiene una inmensa capacidad para adaptarse. Desde la Isla de Kaffeklubben hasta la Antártica y desde las minas de Tau Tona hasta el Monte Everest se ha extendido la población humana, habitando lugares tan remotos como Tristán de Acuña o la Isla de Pascua y tan inclementes como Death Valley o la Base Vostok.

Inspirados por sueños y aves volamos sin alas. Tentados por deseos y animales acuáticos buceamos sin branquias. Y es por esto que no hay barrera que no busquemos romper ni hazaña que no intentemos lograr, hemos sido creados para cosas grandes y nuestro espíritu está inquieto si no las logramos.

El corazón se consume y arde en deseos de hacer más, de alcanzar más, de ser más. Es un inmenso espacio que no llena el mundo ni el universo, un espacio que no se abastece con triunfos ni gloria, ni con títulos o conquistas, es un espacio que cuanto más se llena más crece, como sed saciada con agua salada.

“Nos hiciste Señor para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

-San Agustín

jueves, 22 de agosto de 2013

Las Riendas del Camino

"No desprecies el recuerdo del camino recorrido. Ello no retrasa vuestra carrera, sino que la dirige; el que olvida el punto de partida pierde fácilmente la meta."
-Pablo VI 

¿A dónde se fue ese niño que quería ser bombero? Que llegaba a la luna y enfrentaba las más terribles fieras de la selva sin siquiera abandonar la sala de la casa.

¿Qué se hizo esa sonrisa alegre, la mirada atenta y seria del niño que juega? Se han esfumado tus sueños con tus juegos. Se han ido tus aspiraciones con el viento de la adultez, y ahora solo miras tu presente empantanado de problemas añorando un pasado libre de preocupaciones mientras te agobia un futuro que amenaza frustraciones.

¿Tiene sentido aferrarse al paisaje del camino que nos mostraba el pasado? Tu eres dueño de tu camino, pero has olvidado cual quieres que sea tu camino. Recuerda lo que te gustaba y descubrirás lo que te gusta. Vas andando en un camino que no espera, si no eres tú quien camina alguien más caminará por ti conduciéndote a donde no quieres ir, llevándote a donde no te gusta.

"La manera en que una persona toma las riendas de su destino es más determinante que el mismo destino."

-Karl Wilhelm Von Humboldt

martes, 13 de agosto de 2013

De Escalones y Tropiezos



Por Juan Camilo Ibáñez
 
¿Cuántas veces en nuestra vida no caemos en el tedio y la repetición? Agobiados por el día a día y frustrados por nuestros errores. ¿Cuántas veces caminamos cabizbajos con vergüenza? Sorprendidos por nuestras acciones y reprimiéndonos por no lograr cambiar.

Creo que hay dos tipos de errores que usualmente cometemos.
El primero consiste en tropezar con un escalón. Vamos caminando tranquilos cuando de pronto, salido de la nada, un escalón nos ataca hiriendo nuestras rodillas y nuestra dignidad. 

Es tal nuestra frustración y nuestra torpeza que juramos no volver a tropezar con ese escalón jamás y cada vez que pasamos por ahí lo hacemos con mucho cuidado.
El segundo es mucho más peligroso y consiste en hacer algo que sabemos o creemos que nos hace mal pero que resulta sumamente tentador. Como cuando vemos una película de terror aun cuando sabiendo que tendremos pesadillas. 

Sin embargo, esto aplica más a aquellos errores que cometemos la primera vez y nos cuestan mucho. Lo cometemos por segunda vez y ya no resulta tan difícil, y así a medida que más lo hacemos menos peso tiene sobre nosotros y nos resulta más natural y sencillo.

Esta suma repetitiva de errores va afectando nuestra forma de ver el mundo, podemos incluso convencernos que, después de todo, eso no estaba mal, como buscando una forma de justificarnos.

Sin embargo, debemos luchar por cambiar, por mejorar, aun cuando esto implica confrontarnos a nosotros mismos, luchar contra nuestros hábitos e incluso quedar vulnerables ante otras personas.

“Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia.”
-Santiago Ramón y Cajal