Por Juan Camilo Ibáñez
"¿Por qué contentarnos con vivir a rastras cuando sentimos el anhelo de
volar?"
-Hellen Keller
Dicen que el ser humano
tiene una inmensa capacidad para adaptarse. Desde la Isla de Kaffeklubben hasta
la Antártica y desde las minas de Tau Tona hasta el Monte Everest se ha extendido
la población humana, habitando lugares tan remotos como Tristán de Acuña o la
Isla de Pascua y tan inclementes como Death Valley o la Base Vostok.
Inspirados por sueños y aves
volamos sin alas. Tentados por deseos y animales acuáticos buceamos sin
branquias. Y es por esto que no hay barrera que no busquemos romper ni hazaña
que no intentemos lograr, hemos sido creados para cosas grandes y nuestro
espíritu está inquieto si no las logramos.
El corazón se consume y arde
en deseos de hacer más, de alcanzar más, de ser más. Es un inmenso espacio que
no llena el mundo ni el universo, un espacio que no se abastece con triunfos ni
gloria, ni con títulos o conquistas, es un espacio que cuanto más se llena más
crece, como sed saciada con agua salada.
“Nos hiciste Señor para Ti,
y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.
-San Agustín
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