Por Juan Camilo Ibáñez
¿Cuántas veces en nuestra
vida no caemos en el tedio y la repetición? Agobiados por el día a día y
frustrados por nuestros errores. ¿Cuántas veces caminamos cabizbajos con vergüenza?
Sorprendidos por nuestras acciones y reprimiéndonos por no lograr cambiar.
Creo que hay dos tipos de
errores que usualmente cometemos.
El primero consiste en
tropezar con un escalón. Vamos caminando tranquilos cuando de pronto, salido de
la nada, un escalón nos ataca hiriendo nuestras rodillas y nuestra dignidad.
Es tal nuestra frustración y
nuestra torpeza que juramos no volver a tropezar con ese escalón jamás y cada
vez que pasamos por ahí lo hacemos con mucho cuidado.
El segundo es mucho más
peligroso y consiste en hacer algo que sabemos o creemos que nos hace mal pero que
resulta sumamente tentador. Como cuando vemos una película de terror aun cuando
sabiendo que tendremos pesadillas.
Sin embargo, esto aplica más
a aquellos errores que cometemos la primera vez y nos cuestan mucho. Lo
cometemos por segunda vez y ya no resulta tan difícil, y así a medida que más
lo hacemos menos peso tiene sobre nosotros y nos resulta más natural y
sencillo.
Esta suma repetitiva de
errores va afectando nuestra forma de ver el mundo, podemos incluso
convencernos que, después de todo, eso no estaba mal, como buscando una forma
de justificarnos.
Sin embargo, debemos luchar
por cambiar, por mejorar, aun cuando esto implica confrontarnos a nosotros
mismos, luchar contra nuestros hábitos e incluso quedar vulnerables ante otras
personas.
“Lo peor no es cometer un
error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso
providencial de nuestra ligereza o ignorancia.”
-Santiago Ramón y
Cajal
No hay comentarios:
Publicar un comentario