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miércoles, 27 de febrero de 2013

El Peso del Poder


Por Juan Camilo Ibáñez

El gran problema de nuestro mundo es que concedemos el poder a personas que no lo merecen.

Aún si su inteligencia estuviera por encima de la media y tuvieran miles de estudios y abundante conocimiento, si gobiernan pensando si mismos de nada sirve. Si su elocuencia deleitara auditorios y sus palabras movieran multitudes, si sus acciones no favorecen al pueblo nada son.

No es una cuestión de capacidades intelectuales o políticas, aunque es vital que las tengan. No han de bastarnos sus ideas y sus palabras, aunque necesitamos conocerlas. Son sus acciones, dirigidas y enfocadas al bien de la gente las que debemos respetar, buscar y votar.

Un gobernante ha de buscar siempre el beneficio del pueblo antes que su propio beneficio. Ha de buscar el bienestar del pueblo antes que su propio bienestar. Si logra esto descubrirá que el bien del pueblo se convertirá en su propio bien.

Los emperadores romanos ocultaban los problemas del pueblo detrás del “pan y del circo”, pequeños regalos que lejos de suplir las necesidades del pueblo las tapaban con polvo, pequeños regalos llamativos que pretendían mostrar que todo estaba bien.

El gran problema de esto es que el ser humano pierde su dignidad. Los que prometen y no cumplen se ven favorecidos por los que cumplen sin prometer, que sufren día y noche por pagar impuestos.

¿Quién se beneficia de esto? ¿El país que pierde millones de pesos en demandas, tutelas y trancones? ¿El Gobierno que día a día desprestigia su imagen y genera descontento? ¿El pueblo que trabaja día y noche esperando alcanzar una mejor calidad de vida sin lograrlo realmente? NO. Los únicos beneficiados son los corruptos, ladrones y egoístas que por un beneficio económico, político o social temporal están dispuestos a decepcionar a sus votantes.

“Si no peleas para acabar con la corrupción y la podredumbre, acabarás formando parte de ella”
-Joan Baez

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