"En el momento que dudas si puedes volar, dejas para siempre de ser capaz de hacerlo"
-J.M. Barrie
Parece que el país del nunca jamás, tal y como lo
concebimos hoy en día, hace una perfecta alusión a su nombre. Como si el soñar
con un mundo perfecto solo fuese cosa de niños y que a medida que la razón va
calando y la experiencia formando este mundo soñado se va desvaneciendo.
Mi país del nunca jamás, mi utopía personal, es un
sitio con defectos pero donde todos luchan por vencerlos. Un sitio donde el
triunfo luchado pesa más que la suerte. Dónde la sabiduría es aprendida por la
experiencia y el buen consejo vale oro. Un sitio donde la virtud es alabada y
buscada. Un sitio donde el bien común vence el personal. Un sitio, que ante
todo, es posible.
Hay frías mañanas de invierno en que al asomarnos
nadie parece caminar por las calles, una triste sensación de abandono que
debilita los ánimos. Hace falta una persona que salga a jugar en la nieve para
que muchos más se animen.
Hay un país del nunca jamás porque nosotros lo hemos
dispuesto así, sin embargo puede ser del ahora.
Hay un mundo allá afuera que nos estamos perdiendo por seguir pensando en como
actuar, o en que alguien más debería actuar. Los hechos más importantes de la
historia parecieron una locura en su momento. Las acciones que más trascendencia
generan son aquellas que, libres de todo egoísmo, son realizadas para
beneficiar a los demás.
Es hora de
salir, pues, y mostrarle al mundo que es en invierno cuando se hacen los
muñecos de nieve.
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