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viernes, 22 de marzo de 2013

Misterio y Paradoja



Por Viviana Venegas

Paradoja y misterio invisible al corazón del hombre. El Rey de reyes muere
como un animal. Decide morir como el más indigno de todos, como el que menos
merece. Y mientras unos alzan sus copas de licor para brindar por las “vacaciones”
de Semana Santa, Él es alzado en la cruz, para mostrar la grandeza que pocos
corazones lograron entender… Y mientras unos aprovechan los días santos para
vivir de la carne, Él ya está redimiéndolos sin que ni siquiera se lo hayamos pedido.

Algunos creerán que es fanatismo, otros que exageración, pero estamos hablando
de la Verdad que nos ha abierto las puertas del cielo, de la Verdad que le ha dado
sentido a nuestro sufrimiento… Del Milagro más grande de amor que la humanidad
haya podido contemplar.

Amor y dolor se unen para devolvernos el lugar al cual pertenecemos: El Cielo.
Lugar que se hace presente en cada Eucaristía, donde Cristo vuelve a morir por
nosotros. Y es precisamente en la Eucaristía donde recibimos lo que seremos por
toda la eternidad.

Lo grave no es tanto que Cristo haya muerto, porque finalmente era necesario para
experimentar su Resurrección, acontecimiento central de nuestra fe. Lo grave es
que nosotros no hemos sido capaces de valorar su sufrimiento, de abrazar junto
a Él la cruz, de acompañarle en su dolor. Aquél único capaz de tomar lo que es
temporal y hacerlo eterno, se hizo hombre por amor y los hombres lo matamos. Y lo
seguimos matando a diario con nuestros actos.

“Dios nos habría dado algo mayor si hubiera tenido algo mayor que Él mismo”
-San Juan María Vianney



martes, 12 de marzo de 2013

Gracias por Venir


Por Juan Camilo Ibáñez

“Si puedes hacer cosas buenas por otras personas, tienes la obligación moral para hacerlas. No la opción, la responsabilidad.”
-Ben Parker

La semana más anhelada del año es, por lejos, Semana Santa. Los mejores paseos, los mejores momentos familiares, recuerdos inolvidables con amigos en fin, una semana verdaderamente esperada.

Hace un par de años unos amigos me invitaron a unas Misiones en Semana Santa. ¿Misiones?, pensé, eso significaba sacrificar un paseo, piscina, amigos, descanso… “No lo creo”.

Lo que no sabía, es que en un pueblo perdido en Antioquía había un niño, un niño de seis años llamado Darwin, un niño que nunca en su vida había oído hablar de paseos, de piscinas ni mucho menos de descanso. Un niño que toda su vida había tenido que vivir en carne propia la cruda realidad de nuestro país, la violencia, la deserción escolar, el maltrato infantil, la tristeza y la desesperanza.

Nunca olvidaré cuando caminaba por esa polvorienta vereda pensando en el paseo que había dejado atrás, pensando cuanto estaba sacrificando. En ese momento comenzó a llover y la caja en la que llevábamos nuestra comida se desfondó, terminamos embarrados y empapados y no teníamos llaves de la escuela donde dormiríamos. 

En ese momento, en medio del torrencial aguacero, apareció una pequeña figura cubierta por una pequeña tela que solo le tapaba la cabeza. “Que imprudente” pensé, “salir en medio de este aguacero”. Poco a poco vi cómo se acercaba a nosotros esta señora y con una gran sonrisa nos saludaba. ¡Había viajado más de dos kilómetros a sus 65 años de edad y en medio de la lluvia solo para abrirnos la puerta de la casa! 

Recuerdo que al entrar descubrimos una gotera en la cocina. Yo, que quería sobresalir entre todos, me ofrecí para subir a cuadrar las tejas. Mientras lo hacía me aseguré de ensuciarme bien la camiseta, que se notara mi esfuerzo, y con un aire triunfante declaré que el problema estaba resuelto, la señora me miró y me dijo: “Que bueno, a mí me toca subirme a diario a arreglarla”. Una vez más me sentí terrible por mi patético comportamiento.

Poco después de que parara la lluvia un murulllo se escuchaba a lo lejos…”Misioneros”, parecía acercarse… “Misioneros”… eran varias voces además… “Misioneros”. Y entonces los vi. Un grupo de niños corriendo a nosotros muy felices, algunos de ellos al llegar se ponían tímidos y dejaban de correr o de gritar, pero hubo uno, solo uno, que siguió corriendo y sin ningun temor se chocó contra mis piernas abrazándolas, y solo una frase salió de su boca: “gracias por venir”. Así fue como conocí a Darwin.

Nunca olvidaré nuestra primera conversación donde, como a todo niño, le pregunté qué quería ser cuando grande, él, sin dejar lo que estaba haciendo, me dijo naturalmente: “Yo quiero ser sicario, para vengar a mi papa y mi hermano”.

No se lo comenté a nadie, no lo hablé con nadie, pero esa respuesta me abrió los ojos a una realidad completamente distinta a la mía. Él no quería ser piloto, él no quería ser bombero, él quería vengarse o morir en el intento, y solo tenía seis años.

¿Cuáles son mis problemas personales? ¿Qué es lo que me preocupa? ¿Cuál es mi realidad? Una vez más me sentí patético.

Todo esto que tengo, todo lo que he aprendido, todo lo que soy, ¿lo tengo solo para mí? Una vida llena de oportunidades convertida en una vida llena de egoísmo.

Desde entonces mi único propósito para esas Misiones iba a ser cambiar la vida de Darwin. “Que mi vida no sea en vano”, pensé.

Darwin se volvió nuestro guía, nuestro amigo y nuestro cómplice. Aprendíamos de él y él de nosotros. Nos reíamos con él y él con nosotros. Nos acompañaba casa por casa visitando familias y por una semana olvido el odio, el temor y la desesperanza. Esa semana Darwin fue feliz.

Pero todo acaba, y los momentos felices pasan especialmente rápido. Uno de los recuerdos más conmovedores que tengo en mi vida fue ver a Darwin, el día de nuestra despedida, aparte en un rincón llorando. Él se negaba a despedirse, se negaba a aceptar la realidad.

Yo me le acerque y empezamos a hablar largo tiempo, le recordé su labor con su vereda, la importancia de que fuera bueno y guiara a sus amigos y el poco a poco fue dejando de llorar. “Darwin”, le pregunté, “¿Qué quieres ser cuando grande?”, él levanto sus ojos encharcados en lágrimas y me dijo: “Yo cuando grande quiero ser Misionero”.

Pasamos nuestra vida quejándonos y criticando, abatidos por los lujos que nos faltan y las vacaciones que no llegan. Allá afuera las necesidades son un lujo y las vacaciones son la muerte.

Decimos que no tenemos como ayudar, que no sabríamos que decir ni que hacer, pero en realidad decimos eso para ocultar el temor a la incomodidad. ¿No estás dispuesto a sacrificar una semana para vivir lo que ellos viven en el día a día?

Si quieres cambiar el mundo empieza esta Semana Santa. Ven de Misiones y verás cómo tu vida y sus vidas cambiarán

“Gracias por venir”
-Darwin

jueves, 7 de marzo de 2013

As The Days Go By

By Juan Ibanez

"Having died, doesn´t mean that you have lived”
-Stanislaw J. Lec
           
Some days are just simply everyday life, days in which time passes slowly and seem obnoxious. Days in which morning hours promise routine, days in which the sun cannot penetrate our own smog, days in which we age and forget.

However there are also extraordinary days, days that leave us marked forever, days we will always remember, days that fill us with happiness, days that make us sad, days that seem like an instant, days in which we feel everything revolves around us, days in which we love profoundly, days when we can laugh until we cry, days when we feel like superheroes, those days that never die.

I have forgotten every single day I have taken the bus, but I shall never forget the day I got mugged. I have forgotten hundreds of conversations with my grandfather, but I shall never forget his last farewell. I have forgotten all the times I have had to go to a hospital, but I shall never forget the day my sisters were born. I have forgotten the day I was born, but I shall never forget the love of my parents.


We must strive to transform each ordinary moment into an extraordinary one and maybe those extraordinary moments will become ordinary. We must try to live those moments so they last a life time, lives that are worth every moment.

We only have this life, and the days pass…

Una Mirada a la Crisis Poblacional

Por Viviana Venegas 
 
"Una casa sin hijos es como un panal sin abejas"
-Victor Hugo

Nos preocupamos porque la pirámide poblacional ahora está invertida… Nos quejamos porque cada vez hay menos jóvenes que trabajen para sostener las pensiones de los ancianos… Nos escandalizamos porque vivimos en una  sociedad que cada vez es más individualista, donde abunda la corrupción y la falta de generosidad… Nos inquieta pensar que existen países en donde la tasa de mortalidad sobrepasa la de natalidad..

Pero… Nos hemos acostumbrado a las políticas de control de natalidad… Se nos hace completamente justo que en China solamente se pueda tener un hijo… Nos resulta absurdo escuchar a una mujer decir que desea tener muchos hijos…

Y en vez de poner como excusa principal la falta de  dinero para sostener familias grandes, por qué no pensamos en tener vidas más austeras? ¿En no querer darle absolutamente todo lo material a los hijos? ¿En regalarles hermanos que realmente sean la mejor escuela de respeto, entrega, amor y generosidad?

El mundo nos ha acostumbrado a tener que estar siempre en la zona de confort, al placer inmediato y al consumismo, mostrándonos “medios” que harán que “alcancemos” esa supuesta felicidad que nos hará plenos. Sin embargo, ¿creemos realmente que para llegar  a ser más felices necesitamos más cosas en vez de valores y experiencias que nos permitan negarnos a nosotros mismos para darnos a los demás?

Los hijos no son una molestia, no son un estorbo, no son un accidente… Son un regalo de Dios, son una historia de amor que Dios tiene preparada. ¿Por qué ser obstáculos para que Dios muestre su grandeza a través de esa nueva historia de amor?

Los padres de hoy no quieren tener muchos hijos, sin embargo, sus hijos sí quieren tener muchos amigos, primos, tíos, etc. ¿No les quieren dar lo mejor? Darle la compañía de los hermanos es el mejor regalo.

No es que las mujeres no quieran tener muchos hijos, es que no confían en los hombres… No es que las mujeres no quieran ser muchas veces mamá, es que prefieren cuidar su figura… No es que no haya dinero, es que se les quiere dar todo poniendo por encima el “tener” en vez del “ser”. 

Solamente las personas con fe son capaces de lanzarse a ese precipicio oscuro que implica la aventura de abrirse al Plan Divino de Dios en cuanto a la cantidad de hijos. Este plano sobrenatural poco a poco se ha ido anulando en el mundo de hoy. No obstante, no hay que confundir el “no querer tener hijos” como acto voluntario, planeado y egoísta, con las dificultades o circunstancias (psicológicas, físicas, etc.) que no permitan a una pareja concebir hijos.

El amor nunca mide lo que da, y éste, en sí mismo, se multiplica con los hijos, jamás se divide.

La familia es el núcleo de la sociedad y qué mejor que poder brindarle al mundo jóvenes que hayan crecido en familias grandes en donde el individualismo disminuya, la generosidad aumente y el amor se enriquezca y reproduzca. El 90.9% de los santos fueron hijos de familias numerosas.


“La carencia de hijos no es falta de dinero, falta de tiempo, o de recursos, sino falta de fe” 
-Monseñor Chaput.

martes, 5 de marzo de 2013

Caminando Desnudos



“La cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos; la más fácil es hablar mal de los demás”
-Tales de Mileto

Hace poco volvía a leer una vieja historia que Hans Christian Andersen escribió tiempo atrás titulada: “El Traje Nuevo del Emperador”. En esta historia unos estafadores hacen creer a todo un pueblo que son capaces de tejer los más hermosos vestidos en una tela muy novedosa y extravagante, una tela que no puede ser vista por tontos o ineptos.

En realidad no hay ninguna tela, por tanto no hay ningún vestido. Sin embargo, el engaño es abismal, no hay quien se atreva a negar la existencia de dichas telas por miedo al ridículo. 

Que increíble visión la de Andersen al escribir esta historia, pues no hablaba de una historia que sucedió hace mucho mucho tiempo ni de un mundo muy muy lejano, hablaba de nosotros, de nuestra civilización, del mundo de hoy.

Ya no buscamos conocimiento en libros sino en redes sociales, y nuestras bibliotecas empolvadas son olvidadas. Ya no aprendemos historia sino farándula, y nuestro pasado ahora ajeno es sepultado. Ya no tenemos dirigentes prudentes sino actores, y nuestro país maltratado va quedando destrozado. 

Vemos al Emperador caminar desnudo y tratamos de convencer a todos de que nosotros si vemos el “hermoso traje”. 

Somos ahora nosotros los que hemos pedido un traje, sabiendo que andamos desnudos y que el mundo nos ve desnudos. Vestidos de mentira, de falsas ideas, de hipocresía y de crítica. Desnudos en fin.

¿Vas a seguir caminando sin ropa?