“No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.”
-Antoine de Saint Exupéry.
He
escuchado decir muchas veces que debemos creer aquello que vemos, o mejor aún,
que sentimos.
De
esta forma podemos creer en una manzana, no es difícil pues podemos verlo. Pero
también podemos creer en cosas que no vemos, como el viento, tampoco es difícil
pues podemos sentirlo.
Hay
otro tipo de cosas en las que creemos por experiencia pero no por que usemos
nuestros sentidos para comprobar que existen.
Si
tengo un pensamiento y no lo comparto, muchos podrían creer que no existe, pues
ni ellos ni yo lo vemos, lo escuchamos, lo olemos, lo tocamos, lo gustamos, y
sin embargo, ese pensamiento existe en mi mente.
Existen
otras cosas en las que creemos aun cuando no las podemos sentir ni tampoco las
conocemos por experiencia.
Un
buen ejemplo de esto son los agujeros negros. Tal vez los hemos visto en fotos
pero ¿quién nos asegura que son reales y no un montaje? No tenemos ninguna
forma (a menos que tengamos un muy buen telescopio) para comprobar que existen.
Creemos en ellos porque hay personas que los han visto y por medio de libros o
de su propio testimonio nos lo han contado.
Vivimos
nuestros días confiando. Confiamos que el conductor del bus no se va a chocar,
en que lo que nos enseñan otras personas es verdadero, en que lo que comemos no
está envenenado, en fin. No podríamos vivir si no creyéramos en otros.
Del
mismo modo ocurre con la fe. Creer ciegamente es absurdo. Creemos porque el
mundo nos lo muestra en la creación. Creemos porque otros han creído, por que
otros han visto, porque otros han vivido. Pero sobretodo debemos creer por
tener una experiencia personal. ¿Qué será más fuerte que eso?
"Lo qué creías que es, no es. Y lo que imaginaste tampoco"
ResponderEliminar