Por Juan Camilo Ibáñez
La injusticia es una cosa
terrible. La sangre hierve, las manos tiemblan, los ojos se nublan y el corazón
retumba violentamente.
Sacan siempre lo peor de nosotros
todos aquellos que cometen injusticias. No nos reservamos ni un comentario, ni
una mirada, ni un pensamiento.
Casi desearíamos que se
arrodillaran y pidieran perdón por todo los malo que han hecho, por todas las
veces que han fallado, tal como lo hacemos nosotros.
¿Tal como lo hacemos nosotros? Te
has puesto a pensar, cuantas veces en tu vida has pedido perdón realmente…
Es muy sencillo pedir perdón
cuando pisamos a alguien y no hay mayor culpa, o cuando nos vemos presionados a
hacerlo y la vanidad nos termina obligando.
Pero, qué hay de todas aquellas
ocasiones en las que hacemos como que nada pasó, nos volvemos una tumba que no
vuelve a hablar de ello. De todas las ocasiones en las que inventamos historias
para cubrir nuestras espaldas y tergiversamos las historias para perjudicar a
la otra persona. De todas aquellas situaciones en las que sepultamos amistades
por el simple hecho de no pedir perdón.
Tal vez lo mejor sea salir y
enfrentarlo, volver a caminar livianos, volver a pedir perdón.
“No hay paz sin justicia, no hay
justicia sin perdón.”
-Juan
Pablo II
Ush Muy pesado!
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