Por Juan Camilo Ibáñez
“Hay
gente que pasa su vida haciendo cosas que detesta para conseguir dinero que no
necesita y comprar cosas que no quiere para impresionar a gente que odia.”
-Emile Henry Gauvreay
¿Alguna
vez te has sentado a pensar si la vida que vives es la vida que quieres vivir?
Nacemos, hablamos, estudiamos, nos graduamos, estudiamos, trabajamos, nos
casamos, compramos, nos jubilamos, morimos…Vaya vida aburrida.
La
responsabilidad más grande que hemos adquirido es la de tomar nuestras propias
decisiones, la de manejar nuestra propia vida. Sin embargo, nadie ha vivido más
de una vida para aprender de la experiencia y nadie ha muerto y vuelto con un
consejo para decirnos como vivir.
¿Cómo
sabemos entonces si las decisiones que tomamos son las correctas?
Tal
vez haga falta un manual de usuario, algo que responda a aquellas preguntas que
nos formulamos en nuestro día a día. “¿Por qué estoy aquí?” “¿Cómo puedo ser
realmente feliz?” O tal vez algo más sencillo como: “Soy pobre y mi familia
muere de hambre ¿Estará bien si me robo esa manzana?”
Si
yo fabricara un robot, con miles de circuitos y sumamente complejo, y se lo
regalara a un amigo él tiene dos opciones, por un lado puede empezar a apretar
todos los botones, moverle todas las palancas, meterlo a una piscina para
averiguar si resiste el agua y realizar todo tipo de acciones para averiguar cómo
funciona. Por el otro lado puede llamarme y preguntarme cómo usarlo, pedirme un
manual, si no es suficiente pedirme que le mande un técnico especializado que
le explique en fin.
Resulta
muy difícil y muy riesgoso tratar de descubrir como “funcionamos”, hemos
recibido un cuerpo y un alma, y llevamos tiempo apretando botones y jalando
palancas, ya es hora de leer el Manual y acudir al Especialista, ya es hora de
preguntarle al que nos creó cómo debemos actuar.
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