Nuestra sociedad ha ido desvalorizando
cada día más aquellas cosas a las que antes le dábamos mucha importancia. El valor de cada ser humano
depende cada día más de lo que somos capaces de darles a otras personas, no de lo que
cada uno realmente vale por lo que es. El hombre, que siempre ha sido un fin en sí mismo, ha
empezado a ser un medio para muchos en esta sociedad.
Usado únicamente para satisfacer intereses
personales que atentan contra la dignidad que cada uno tiene simplemente por existir.
Hemos rebajado el acto humano perfecto
hasta su más mínima expresión. Hemos ido restándole importancia a algo tan hermoso el cual
sólo podemos disfrutar los seres humanos. Hemos convertido al acto sexual en un deporte.
No pensamos en lo que realmente estamos a punto de hacer cuando vamos a estar con alguna
persona. El condón se está convirtiendo para el sexo lo que las canilleras son para el fútbol.
Muchos hombres y muchas mujeres omiten que
en ocasiones, tener sexo no es lo mejor para las dos personas que lo van a tener. Sin
embargo, muchos usan una técnica de persuasión bastante eficaz: “demuéstrame que me amas”.
¿Demuéstrame que me amas? Si realmente me amas espera
hasta que esté listo para realmente estar
contigo. Si realmente me amas, ¿por qué quieres que haga algo para lo cual aún no estoy
preparado?
No nos dejemos mentir, las personas que no
hacen más que buscar sexo con la persona a la que “aman” lo único que buscan es su
propio placer y su propio bienestar. No son capaces de resistirse a sí mismos y le dan a la
palabra amor un significado realmente tergiversado que muchos otros terminan por creer. Hemos convertido
al acto más íntimo en el acto más público; y lo que es peor, hemos sido capaces de separarlo
de la procreación. Aunque, por naturaleza, lo uno
conlleve a lo otro, hacer el amor y
procrear son, hoy en día, dos cosas absolutamente distintas. Nos creemos capaces de separar lo que por
naturaleza está unido ¿Hasta dónde hemos llegado?
" ¿Por qué lo llaman amor si quieren decir sexo?"
-Graucho Marx
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