Por Juan Camilo Ibáñez
“Para
cualquier artista digno del hombre, todo lo que hay en la naturaleza es bello,
porque sus ojos, aceptando intrépidamente toda la verdad exterior, leen allí,
como en un libro abierto, toda la verdad interior.”
-Auguste Comte
Al ver una
obra de arte, vemos mucho más que un lienzo y colores. Es la esencia del autor
plasmada. Una conexión directa con sus pensamientos y sus sentimientos. Nos
sorprende, nos deleita, nos inspira.
Al escuchar
una melodía o una canción, escuchamos mucho más que ruidos sobrepuestos. Es la
exteriorización del autor del sonido de su corazón. Nos sobresalta, nos
conmueve, nos impulsa.
Al probar
una cena exótica, saboreamos mucho más que una mezcla de ingredientes. Es la
invitación del autor a entrar a sus recuerdos para deleitarnos en su poesía gastronómica.
Nos inquieta, nos endulza, nos fascina.
Ver en una
roca una escultura y en el sonido del mar una melodía. Ver en una montaña un
paisaje y en una raíz un manjar. Ver en un rostro poesía y en una cuerda un
instrumento. Ver en el arte a un autor y descubrir que mas que un autor es un
intérprete, un intérprete que nos recuerda el sabor, el olor, el color, el
sonido y la textura del mundo. Que nos conecta con la belleza, que nos conecta
con su verdadero Autor.
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