Por Juan Camilo Ibáñez
Esa voz interior, ese pequeño llamado al bien con el que nacemos hemos de cuidarlo y protegerlo como el más sagrado tesoro. Porque todo lo bueno y lo malo nace del corazón del ser humano, y aunque hay voces que escuchamos para que nos dictaminen juicios y concejos, la única que se sobrepone al ruido del mundo, la única que aturde en el silencio, la única que no se extingue en la calma de la noche, es nuestra voz interior.
Esa voz interior, ese pequeño llamado al bien con el que nacemos hemos de cuidarlo y protegerlo como el más sagrado tesoro. Porque todo lo bueno y lo malo nace del corazón del ser humano, y aunque hay voces que escuchamos para que nos dictaminen juicios y concejos, la única que se sobrepone al ruido del mundo, la única que aturde en el silencio, la única que no se extingue en la calma de la noche, es nuestra voz interior.
Porque es
corrupto el que roba en el poder como el que copia en un examen. Porque no
importa si el mundo esta viendo si sabemos que nosotros mismos estamos viendo.
Porque la única hipocresía que existe no es la que se tiene con otras personas
sino la que tenemos con nosotros mismos.
Esa voz
interior que solo nosotros escuchamos no nos ha sido dada en vano. Es ella
nuestra juez, es ella nuestra guía, es ella nuestra pauta. De nosotros depende herirla
o cuidarla, ignorarla o escucharla, deformarla o cultivarla.
Bajo cae el
ser humano al traicionar a una persona. Mas bajo cae aun al traicionar a un ser
querido. Pero cae a un abismo profundo al traicionar su propia conciencia.
“Mi
conciencia tiene más peso sobre mi que toda la opinión del mundo”
-Marco Tulio Cicerón
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