Por Juan Camilo Ibáñez
“Que nadie se haga ilusiones de que la simple ausencia de guerra, aun siendo tan deseada, sea sinónimo de una paz verdadera. No hay verdadera paz sino viene acompañada de equidad, verdad, justicia y solidaridad”
“Que nadie se haga ilusiones de que la simple ausencia de guerra, aun siendo tan deseada, sea sinónimo de una paz verdadera. No hay verdadera paz sino viene acompañada de equidad, verdad, justicia y solidaridad”
-Juan Pablo II
El único momento en que ansiamos alcanzar la paz es en momentos
de guerra. No le importa al capitán de un navío los remolinos internos mientras
su embarcación no se vea afectada.
La guerra no es más que la consecuencia última de la ausencia
de paz. Pero antes vienen la intolerancia, la injusticia, la maledicencia, la
mentira y principalmente el egoísmo. ¿Qué signo de paz puede resultar mayor que
el servicio y la solidaridad? Si buscamos el bienestar ajeno, de la mano del
bienestar personal, ¿Cuándo cruzara por nuestro corazón el deseo de conflicto?
¿Con quién acaso?
La paz no es un tratado, la paz no es un cese al fuego, no es
siquiera el fin de la guerra. La paz es semilla de nuestro corazón sembrada en
la sociedad y es a su vez la semilla de la sociedad, sembrada en nuestro
corazón.
La paz es una decisión personal, una actitud frente a la vida.
La paz nace en nuestros corazones y solo allí germina, solo allí crece para que
al compartirla de frutos. ¿Es la paz posible? Solo tú tienes la respuesta.
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