"Todos quieren cambiar el mundo pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo"
-León Tolstoi
Aun cuando muchas cosas del mundo nos invitan a tomar una
actitud indiferente, de superioridad e incluso de maltrato, hemos de
reconocer que no hay sensación más agradable que descubrir la bondad en otro.
El cariño, la entrega, la dedicación, el servicio en fin, la
virtud como tal son los verdaderos motores de las amistades duraderas, de los
matrimonios perseverantes, de las familias más agradables. Si esto es así, ¿no
debería el ser humano buscar la virtud por encima de todo? ¿No debería entonces
dedicar todo su esfuerzo y su dedicación para alcanzar tan importante valor?
Una sociedad regida por la virtud es una sociedad digna de ser llamada como tal,
digna de ser vivida, una sociedad con la persona al centro.
¿Cómo alcanzar pues la virtud de nuestra propia sociedad? Para
esto hay que entender, antes que nada, que nosotros formamos nuestra propia sociedad,
somos el factor primario, en el momento en que dejamos de pensar en un cambio
repentino de la sociedad y nos concentramos en nuestro propio cambio, en ese preciso momento habremos dado el primer
paso para el gran cambio.
Porque de nada sirve sentarse a mirar con hambre las naranjas de un árbol esperando a que caigan, es necesario trepar el arbol y bajar las naranjas, o al menos pegarle una buena sacudida.
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