Por Juan Camilo Ibáñez
“El mundo se compone
de los que dan y los que reciben. Puede que los segundos coman mejor, pero
duermen mejor los primeros”.
-Lucio Anneo Séneca
Si nos preguntamos la
mejor manera de establecer una relación. Si nos cuestionamos acerca de como aprovechar
nuestro tiempo al máximo. Si dudamos acerca del camino hacia la felicidad. Ese
será el momento cuando más cerca estaremos de empezar a ser generosos.
La generosidad rompe
barreras, ignora comodidades, trasciende fronteras. La generosidad es el mejor
regalo de todos, porque es un regalo bilateral. La generosidad es, tal vez, la
virtud más engañosa, pues tratamos de no dar por miedo a perder, pero
descubrimos que cuando damos ganamos más de lo que teníamos.
El primer paso para la
generosidad es vernos reflejados en la necesidad ajena, pues no basta con dar
de lo que nos sobra, es necesario dar de lo que tenemos, es olvidar que aquello
lo necesitamos y descubrir que otro lo necesita. Y es necesario hacer grandes
obras para ser generoso, porque la generosidad crece en valor cuando es anónima
y silenciosa. Vaya generosidad engañosa.
Es en los ojos del
hijo donde se descubre la generosidad de la madre. Es en la sonrisa sincera
donde esa madre encuentra su recompensa. Es en la ausencia del bien o en el
sufrimiento del esfuerzo donde la madre es feliz en el recuerdo.
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